A finales de los años noventa, cuando la industria automovilística europea comenzaba a inclinarse hacia la electrónica, los sistemas de asistencia y la comodidad, Citroën decidió mantener viva una filosofía que parecía condenada a desaparecer: la de los coches pequeños, ágiles y sin artificios. En un momento en que el mercado tendía hacia lo complejo, el Citroën Saxo VTS surgió como un recordatorio de lo que significaba conducir de verdad.
El Saxo nació como parte de una estrategia del Grupo PSA para unificar plataformas y reducir costes, compartiendo gran parte de su arquitectura con el Peugeot 106. Sin embargo, Citroën quiso imprimirle una identidad propia: un carácter más vivo, más impredecible, más emocional. Donde el 106 apostaba por la precisión, el Saxo jugaba con la sensibilidad; donde uno ofrecía control, el otro aportaba chispa. Esa dualidad entre técnica y temperamento francés fue lo que hizo del Saxo VTS un coche con alma.
Su llegada en 1996 representó algo más que una simple versión deportiva. Era la reinterpretación moderna del concepto GTi de los años ochenta, pero adaptada a una época donde las regulaciones, el peso y la tecnología comenzaban a restar protagonismo a la conexión directa entre coche y conductor. Con 1.6 litros, 16 válvulas y poco más de 900 kilos, el Saxo VTS mantenía intacta la receta clásica: motor atmosférico de alta respuesta, chasis afinado al límite y una dirección comunicativa que convertía cada curva en un diálogo entre el asfalto y el volante.
No era el más potente de su clase, ni el más refinado. Pero tampoco lo pretendía. Su encanto residía precisamente en su pureza: la ausencia de ayudas electrónicas, su estructura ligera y su comportamiento ágil, a veces incluso brusco, que exigía respeto y técnica al volante. El Saxo VTS recompensaba a los conductores que sabían “leer” el coche, los que comprendían que el límite no estaba en la velocidad, sino en la sensibilidad con la que se manejaba.
A lo largo de los años, el Saxo VTS se convirtió en un icono entre los jóvenes entusiastas. Fue el coche escuela de una generación que aprendió a conducir en tramos de montaña, carreteras comarcales o incluso en competiciones locales de rally. No había pretensiones, solo emoción. En un mundo que se volvía cada vez más digital, este pequeño Citroën seguía siendo analógico hasta la médula.
Hoy, al mirar atrás, el Saxo VTS encarna una época que ya no existe: la del placer mecánico en estado puro, donde cada cambio de marcha, cada apoyo lateral y cada pérdida de tracción formaban parte de una conversación real entre hombre y máquina.
El nacimiento de un icono francés
El Citroën Saxo llegó en 1996 como la respuesta directa de la marca francesa al creciente auge de los compactos urbanos de carácter juvenil. Sustituto natural del AX, el Saxo debía ser un coche práctico, asequible y moderno, pero sin perder la agilidad que había caracterizado a Citroën durante décadas. La clave estaba en su ADN compartido con el Peugeot 106, fruto de la estrategia del Grupo PSA para unificar plataformas y reducir costes sin renunciar a la personalidad de cada marca.
Un desarrollo conjunto, dos filosofías distintas
El proyecto se basaba en una arquitectura común —el chasis del 106, con ligeras modificaciones—, pero Citroën optó por un enfoque diferente. Donde Peugeot buscaba refinamiento y precisión, Citroën apostó por un comportamiento más vivo, incluso algo más impredecible, fiel a su herencia de coches con “alma”.
Así nació el Saxo VTS, la versión más radical de la gama, desarrollada con el objetivo de ofrecer sensaciones auténticas al volante y un rendimiento digno del nombre Vitesse Très Sportive.
El desarrollo técnico del modelo se centró en mantener la ligereza y la simplicidad mecánica. Se partió del chasis del 106 GTi, reforzado en puntos clave para aumentar la rigidez, y se afinaron las suspensiones para lograr un comportamiento más directo. Citroën entendía que su público buscaba emoción, no cifras. Por eso, la puesta a punto final priorizó la respuesta sobre el confort, la agilidad sobre la suavidad.
Herencia de los GTi franceses
El Saxo VTS fue el heredero natural de una estirpe mítica: los compactos franceses que habían definido el concepto de hot hatch en los años 80 y principios de los 90. Coches como el Peugeot 205 GTi, el Renault 5 GT Turbo o el AX GTi habían demostrado que un coche ligero podía ofrecer tanta diversión como un deportivo mucho más potente.
El VTS recogió esa tradición y la adaptó a su tiempo. Bajo su capó latía el motor TU5J4, un bloque de 1.6 litros y 16 válvulas que entregaba 120 CV a altas revoluciones, con una respuesta lineal y un sonido metálico característico. Acompañado por un cambio manual de cinco velocidades preciso y bien escalonado, el conjunto lograba un equilibrio ideal entre rendimiento y sensaciones.
Su peso contenido —apenas 935 kg en orden de marcha— le otorgaba una relación peso/potencia de auténtico deportivo. Con una aceleración de 0 a 100 km/h en 8,7 segundos, el Saxo VTS no solo era rápido en cifras, sino también en sensaciones: cada curva, cada cambio de apoyo, se sentía inmediato y sincero.
El nacimiento de una leyenda urbana
Desde su lanzamiento, el Saxo VTS conquistó a los conductores jóvenes que buscaban un coche con carácter, prestaciones y un coste razonable de mantenimiento. No tardó en convertirse en una referencia entre los entusiastas, especialmente en los países del sur de Europa, donde las carreteras secundarias y los tramos de montaña se convertían en su hábitat natural.
Su estética discreta, casi inocente, escondía un potencial sorprendente. Bastaba una mirada a sus llantas, su paragolpes delantero sobredimensionado o su insignia VTS para intuir que este no era un Saxo cualquiera.
Sencillez con propósito
A primera vista, el Citroën Saxo VTS no buscaba llamar la atención. Su diseño, contenido y sin excesos, era el reflejo de una época en la que la deportividad no necesitaba ostentación. Frente a la agresividad visual de algunos rivales, el VTS apostaba por una estética funcional, en la que cada elemento tenía una razón de ser. Y quizá fue esa sobriedad la que le permitió envejecer con tanta dignidad.
Una línea compacta y equilibrada

El Saxo compartía la base estructural con el Peugeot 106, pero Citroën le otorgó una identidad propia. La carrocería de tres puertas del VTS presentaba proporciones equilibradas, con voladizos cortos, una cintura baja y un perfil ligeramente ascendente que transmitía dinamismo incluso en reposo. Sus dimensiones —3,7 metros de largo y apenas 1,6 de ancho— lo convertían en un coche extremadamente ágil, ideal para moverse entre curvas o en entornos urbanos estrechos.
A diferencia de versiones más básicas, el VTS incorporaba paragolpes específicos, pintados en el color de la carrocería, con una toma de aire frontal más amplia que mejoraba la refrigeración del motor. Los faros antiniebla integrados, las molduras laterales y el discreto spoiler trasero completaban un conjunto que transmitía deportividad sin recurrir al artificio.
Detalles que marcan la diferencia
Cada elemento exterior del Saxo VTS cumplía una función. Las llantas de aleación de 14 pulgadas (y posteriormente de 15″ en la versión fase 2) ofrecían no solo una mejora estética, sino también una reducción de peso respecto a las de acero, beneficiando la respuesta de la suspensión. La salida del tubo de escape, aunque modesta, reforzaba la identidad del modelo y su diferenciación dentro de la gama.
Los retrovisores del color de la carrocería, los anagramas “VTS” y las inscripciones Citroën en relieve en el portón trasero eran pequeños toques de carácter, reconocibles solo por los entendidos. El Saxo VTS no necesitaba exagerar su imagen: su reputación se construía en la carretera, no en los escaparates.
Fase 1 y Fase 2: evolución sutil, carácter intacto

En 1999, Citroën presentó el restyling del Saxo, conocido como Fase 2. Los cambios estéticos fueron discretos pero significativos. Los faros delanteros adoptaron un diseño más redondeado y moderno, las ópticas traseras se rediseñaron, y el paragolpes ganó suavidad en sus líneas, mejorando la aerodinámica sin alterar el espíritu original. También se introdujeron nuevas tonalidades de carrocería y ligeros ajustes en los acabados.
Pese a las mejoras, la filosofía se mantuvo intacta: un coche compacto, ligero y directo. Incluso en su versión más moderna, el Saxo VTS conservaba esa honestidad estética que tanto valoraban sus seguidores: sin spoilers desmedidos ni tomas de aire falsas, solo lo necesario para rendir al máximo.
Diseño con alma funcional
En una época en la que los coches comenzaban a crecer en tamaño y peso, el Saxo VTS representaba un enfoque casi artesanal del diseño. Cada trazo tenía un propósito: mejorar la visibilidad, reducir la resistencia al aire o aligerar la carrocería. No había concesiones al marketing, solo a la eficacia.
Era un coche que se entendía mejor desde el asiento del conductor que desde el escaparate del concesionario. Su forma seguía fielmente a su función. Y esa fidelidad al propósito lo convirtió, con el tiempo, en un icono de simplicidad bien entendida.
Minimalismo con alma deportiva
El interior del Citroën Saxo VTS reflejaba a la perfección su filosofía general: nada superfluo, todo enfocado en la conducción. En una época donde los fabricantes comenzaban a incorporar elementos de confort y diseño más elaborados, el VTS mantuvo una atmósfera funcional, orientada a ofrecer ergonomía, tacto y comunicación directa entre el conductor y la máquina.
Diseño funcional y enfoque al conductor
El habitáculo del Saxo VTS era simple, casi austero, pero con detalles que delataban su naturaleza deportiva. El salpicadero, de líneas rectas y materiales duros, estaba dispuesto de manera lógica y centrada en la funcionalidad. Todo quedaba al alcance de la mano, con mandos grandes, mecánicos y de accionamiento preciso, evitando distracciones.
El volante de tres radios —con el logotipo de Citroën en el centro— ofrecía un diámetro reducido y buen agarre, transmitiendo una sensación de control inmediato. El cuadro de instrumentos, con esferas analógicas de lectura clara, mostraba lo esencial: cuentarrevoluciones, velocímetro, temperatura de aceite ,temperatura del líquido refrigerante y nivel de combustible. Sin artificios.
Era un entorno que invitaba a conducir, a escuchar el motor, a sentir la dirección. En el Saxo VTS, la conexión sensorial era más importante que cualquier pantalla o elemento decorativo.
Asientos y posición de conducción

Los asientos deportivos eran uno de los elementos más distintivos del VTS. Ofrecían un buen equilibrio entre sujeción lateral y comodidad, con un mullido firme y un diseño que sujetaba bien el torso sin resultar excesivamente rígido. El tapizado, en tela específica con costuras y patrones propios de la versión, añadía un toque de exclusividad dentro de la sobriedad general.
La posición de conducción era baja, directa y muy próxima al eje delantero, lo que reforzaba la sensación de control total del coche. La palanca de cambios, corta y de recorrido preciso, caía naturalmente a la mano, y los pedales —metálicos en algunas versiones— estaban perfectamente alineados para facilitar el punta-tacón, una técnica que los entusiastas del modelo utilizaban con frecuencia.
Materiales y equipamiento: lo esencial
El uso de materiales plásticos duros fue criticado por algunos en su época, pero en el contexto del VTS tenía sentido. Priorizar la ligereza era fundamental, y cada kilo ahorrado se traducía en una respuesta más ágil. Los acabados eran sencillos, pero sólidos, diseñados para resistir años de uso intensivo.
El equipamiento de serie incluía lo básico: elevalunas eléctricos, cierre centralizado, dirección asistida y aire acondicionado opcional. No había pantallas, ni sistemas de asistencia, ni florituras. La atención estaba puesta en el comportamiento, no en la comodidad tecnológica.
En cierto modo, esa sencillez lo convierte hoy en un coche atemporal. Donde otros interiores de la época han envejecido por sus excesos de diseño o fragilidad, el del Saxo VTS mantiene una honestidad casi artesanal.
Un habitáculo con carácter
Aunque su interior no buscaba impresionar, sí transmitía una sensación clara: la de estar en un coche con propósito. Cada sonido del motor, cada vibración del pedal, cada clic del cambio recordaban que este Citroën era una máquina diseñada para sentir.
No necesitaba cuero ni pantallas para emocionar. Bastaban un volante, tres pedales y una respuesta inmediata para hacerte parte de la experiencia.
La función por encima de la forma
El diseño del Citroën Saxo VTS puede parecer, a simple vista, una mera evolución del Citroën AX o incluso del Peugeot 106 con el que compartía buena parte de su plataforma. Sin embargo, bajo su apariencia discreta se esconde una intención muy clara: combinar la ligereza estructural con una aerodinámica eficiente y una identidad deportiva sin recurrir a excesos visuales.
Evolución de líneas y propósito funcional
En el contexto de mediados de los años noventa, Citroën mantenía una filosofía de diseño centrada en la practicidad. El Saxo, presentado en 1996, se basaba en una carrocería compacta de tres o cinco puertas, con un coeficiente aerodinámico (Cx) cercano a 0,33, cifra destacable para su tamaño y época.
El modelo VTS, versión más prestacional, incorporaba un paragolpes delantero con tomas de aire más amplias, faldones laterales y un discreto alerón trasero que mejoraba la estabilidad a alta velocidad sin comprometer el consumo.
A diferencia de otros compactos deportivos, Citroën optó por una estética contenida, reforzando el concepto de “lobo con piel de cordero”. El Saxo VTS no necesitaba un diseño agresivo para transmitir su carácter. Su bajo peso (apenas 950 kg) y su comportamiento dinámico eran sus principales argumentos.
Optimización aerodinámica y reparto de masas
El desarrollo del Saxo VTS prestó especial atención a la penetración en el aire y al equilibrio del flujo sobre la carrocería. El alerón trasero de pequeño tamaño no solo aportaba carga aerodinámica, sino que ayudaba a canalizar el aire procedente del techo, reduciendo turbulencias y mejorando la estabilidad direccional.
Las tomas frontales dirigían el flujo hacia el radiador y los frenos, evitando pérdidas de presión y contribuyendo al enfriamiento en conducción deportiva.
El reparto de pesos, cercano al 63/37, reflejaba su configuración de tracción delantera y la posición adelantada del motor TU5J4. Este equilibrio, aunque con predominio del tren delantero, permitía una dirección precisa y un eje trasero muy reactivo, favoreciendo las maniobras rápidas y la agilidad característica del modelo.
Detalles funcionales y ergonomía visual

El interior seguía la misma lógica: nada superfluo. El diseño del salpicadero, idéntico al de las versiones básicas salvo por algunos detalles, destacaba por su instrumentación clara y directa, con un cuadro de relojes que incluía cuentavueltas, termómetro de agua y aceite y testigos analógicos bien distribuidos.
Los asientos deportivos de mayor sujeción lateral y el volante de tres radios reforzaban el vínculo entre conductor y máquina, recordando al conductor que estaba al mando de una versión especial, pensada para sentir cada kilómetro.
Herencia deportiva y legado en la competición
Si algo distinguió al Citroën Saxo VTS del resto de utilitarios deportivos de su época fue su conexión directa con el automovilismo. No se trataba solo de un coche rápido para la calle, sino de una base mecánica concebida para transformarse con facilidad en un coche de rallyes o de circuito. Desde su lanzamiento, Citroën supo aprovechar este potencial, convirtiendo al Saxo en una auténtica escuela de pilotos.
El Saxo en los tramos: una cantera de campeones

A finales de los noventa, Citroën presentó el Saxo Kit Car, una evolución radical de la versión de serie que competiría en los campeonatos de rallyes bajo las normativas F2 y Super 1600. Con un motor atmosférico de 1.6 litros que podía superar los 200 CV a más de 8.000 rpm, el Saxo Kit Car demostró una agilidad y un paso por curva que lo convirtieron en un referente en su categoría.
Pilotos como Sébastien Loeb o Daniel Sordo encontraron en él un vehículo ideal para desarrollar su talento, y muchos de ellos más tarde darían el salto a los campeonatos mundiales con Citroën.
En los campeonatos nacionales, el Saxo VTS Gr.N también tuvo una enorme presencia. Su fiabilidad, su ligereza y el bajo coste de mantenimiento lo convirtieron en la opción preferida para equipos modestos y pilotos privados. España, Francia e Italia fueron verdaderos viveros de Saxos compitiendo en rallyes regionales y copas monomarca.
La Copa Saxo: accesibilidad y competitividad

Una de las claves del éxito del Saxo VTS en competición fue la Copa Saxo, una iniciativa de Citroën para ofrecer carreras accesibles, igualadas y formativas. En España, esta copa reunió a decenas de jóvenes promesas, muchos de los cuales acabarían destacando en campeonatos superiores.
El formato monomarca garantizaba igualdad técnica: los coches compartían especificaciones casi idénticas, y las diferencias se marcaban en la conducción, no en el presupuesto.
La Copa Saxo se convirtió así en una auténtica escuela de talento, un semillero de futuras estrellas del automovilismo nacional.
Herencia técnica: de los tramos a la calle
El vínculo entre el Saxo de serie y las versiones de competición no era una mera cuestión de marketing. El chasis del VTS, con su suspensión independiente McPherson delantera y eje trasero con brazos tirados y barras de torsión, ofrecía una base excepcionalmente equilibrada.
Su respuesta inmediata y su comunicación directa con el conductor eran consecuencia de un desarrollo técnico donde Citroën trasladó parte de la experiencia acumulada en el Mundial de Rallyes.
El motor TU5J4, con su distribución de 16 válvulas y un carácter explosivo en la zona alta del cuentavueltas, también sirvió como plataforma de desarrollo para las versiones de competición. Los ingenieros de Citroën lo exprimieron hasta el límite, alcanzando rendimientos de más de 120 CV por litro en las configuraciones más radicales.
Un legado que perdura
El Citroën Saxo VTS no fue simplemente un coche rápido de los noventa; fue un símbolo de una época dorada para los utilitarios deportivos. Representó el equilibrio entre accesibilidad, deportividad y tecnología sencilla, valores que muchos entusiastas aún buscan hoy.
Su legado vive no solo en las unidades de competición que siguen rugiendo en pruebas históricas, sino también en el recuerdo de miles de conductores que descubrieron en el Saxo VTS la esencia más pura de la conducción deportiva: peso contenido, motor vivo y chasis comunicativo.
El Saxo VTS marcó el final de una era. Una época en la que el tacto, la conexión con la carretera y la simplicidad mecánica eran las claves del placer al volante. Citroën, quizá sin pretenderlo del todo, creó un icono que sigue siendo referencia más de dos décadas después.
La esencia de la ligereza
El Citroën Saxo VTS no fue un coche de grandes cifras sobre el papel, pero en cuanto se ponía en marcha, demostraba que los números no siempre cuentan toda la historia. Su secreto residía en un conjunto de proporciones exactas, un chasis comunicativo y un peso que apenas superaba los 950 kg. En una época donde los compactos deportivos empezaban a ganar tamaño y masa, el Saxo se mantenía fiel a la filosofía del “menos es más”.
Motor TU5J4: carácter de altas revoluciones

Bajo el capó se escondía uno de los motores más apreciados del grupo PSA: el TU5J4, un bloque de 1.6 litros, 16 válvulas, 120 CV y 145 Nm de par máximo.
Era un propulsor de concepción sencilla pero con una personalidad propia. Su entrega de potencia era lineal hasta las 4.500 rpm, y a partir de ahí, el motor despertaba con un empuje contundente hasta rozar las 7.000 rpm.
Sin ayudas electrónicas, sin modos de conducción ni turbos, el Saxo VTS premiaba la precisión del pie derecho y la sensibilidad del conductor. Cada aceleración era una conversación directa entre hombre y máquina.
La caja de cambios de cinco velocidades, con desarrollos cortos, favorecía la aceleración y la respuesta en tramos revirados. El escalonamiento de marchas, junto a un diferencial delantero bien calibrado, ayudaba a mantener la tracción incluso en superficies irregulares o mojadas.
Ligereza: el alma del VTS
Con menos de una tonelada en orden de marcha, el Saxo VTS jugaba en otra liga. Esta ligereza le permitía compensar su potencia modesta con una relación peso/potencia cercana a 7,9 kg/CV, lo que lo situaba en niveles de rendimiento comparables a deportivos más potentes de su tiempo.
El bajo peso también beneficiaba la frenada, reduciendo la fatiga de los componentes y mejorando el control en apoyos largos. En carreteras de montaña, el Saxo VTS podía seguir el ritmo de coches teóricamente superiores gracias a su agilidad y precisión.
Dirección y chasis: precisión de bisturí
La dirección del Saxo VTS era pura mecánica: rápida, directa y con una retroalimentación constante. No había asistencia eléctrica ni filtros artificiales; el conductor sentía el asfalto en cada giro.
El tren delantero mostraba una adherencia sorprendente, mientras que el trasero —ligeramente más nervioso— añadía un toque de diversión controlada.
En curvas enlazadas, el coche se movía con una naturalidad difícil de encontrar en vehículos modernos. Bastaba insinuar el volante para que el eje trasero acompañara el viraje, permitiendo corregir la trayectoria con el gas de forma casi instintiva.
La suspensión, de tarado firme pero no incómodo, lograba un equilibrio entre eficacia y uso diario. Su configuración independiente McPherson delante y de brazos tirados detrás con barras de torsión era simple, ligera y tremendamente eficaz en conducción deportiva.
Frenos y estabilidad
Los discos ventilados delanteros de 247 mm y los discos sólidos traseros de 247 mm ofrecían una frenada contundente y progresiva. Sin asistencia excesiva, el pedal requería precisión, pero premiaba con un control absoluto sobre la deceleración.
En curvas rápidas o superficies de baja adherencia, el Saxo mantenía la compostura, con un ligero sobreviraje que recordaba a los pequeños GTI de los ochenta. Era un coche que se podía llevar al límite con confianza, siempre que el conductor entendiera su lenguaje.
El pequeño gigante de los noventa
El Citroën Saxo VTS llegó en un momento clave para el segmento de los utilitarios deportivos. Los años noventa vieron cómo el espíritu de los GTI de los ochenta se desvanecía, sustituido por modelos más pesados y sofisticados. En ese contexto, el Saxo VTS fue recibido como un soplo de aire fresco: un coche sencillo, rápido y puramente mecánico que devolvía la conexión directa entre el conductor y la máquina.
Recepción en su lanzamiento
Cuando Citroën presentó el Saxo VTS en 1996, la prensa especializada destacó inmediatamente su equilibrio general. No era el más potente de su clase, pero sí uno de los más eficaces y divertidos de conducir.
Revistas como Auto Hebdo, Evo o Autocar lo elogiaron por su agilidad, la precisión de su dirección y su chasis comunicativo. Se valoró especialmente su relación peso/potencia, su tacto de conducción directo y la pureza de su comportamiento, calificándolo como un “auténtico heredero del espíritu GTI”.
El público joven lo recibió con entusiasmo. El Saxo VTS representaba una alternativa accesible y emocional frente a rivales más caros y sofisticados como el Renault Clio 16V o el VW Polo GTI. Su carácter sencillo pero eficaz lo convirtió rápidamente en un icono entre los aficionados.
Posición frente a sus rivales
El mercado de los compactos deportivos de finales de los noventa estaba lleno de grandes nombres: el Peugeot 106 GTI, el Renault Clio Williams, el Fiat Punto GT Turbo o el Volkswagen Polo G40.
Sin embargo, el Saxo VTS se distinguía por una virtud que muchos habían perdido: la ligereza. Con menos de una tonelada de peso, un chasis vivo y un motor que respondía con rabia en la zona alta del cuentavueltas, ofrecía sensaciones que pocos podían igualar.
En circuito, sus tiempos eran competitivos frente a coches con más potencia. En carretera, su agilidad y facilidad para cambiar de dirección lo hacían imbatible en tramos revirados.
El hecho de compartir base mecánica con el Peugeot 106 GTI también generó comparaciones constantes. Mientras el Peugeot ofrecía un tacto algo más refinado, el Saxo VTS apostaba por una puesta a punto más directa y un precio más contenido, lo que lo hacía más atractivo para el público joven y los aficionados a la conducción pura.
Evolución y final de una era
A lo largo de su vida comercial, el Saxo VTS apenas necesitó cambios. Citroën entendió que había logrado un equilibrio casi perfecto desde el principio. En 1999 recibió un pequeño restyling, con paragolpes rediseñados, nuevos faros y ligeros ajustes interiores, pero el espíritu se mantuvo intacto.
En 2003, la llegada del Citroën C2 VTS marcó el final de su producción. Sin embargo, muchos consideraron al C2 un sucesor más civilizado y menos auténtico. El Saxo se despedía dejando una huella profunda en los corazones de los entusiastas.
Legado entre los aficionados
Dos décadas después, el Saxo VTS sigue siendo un coche muy apreciado. Su sencillez mecánica y su ligereza lo convierten en una base ideal para restauraciones, trackdays o rallyes históricos.
Las unidades bien conservadas se han convertido en objeto de culto, especialmente las primeras versiones de 120 CV en color Gris Quartz o Negro Onyx.
En foros y comunidades de aficionados, el Saxo VTS es recordado como uno de los últimos coches de producción masiva que ofrecía sensaciones puras sin necesidad de electrónica ni artificios.
Su legado también se extiende al automovilismo. Gracias a su presencia en la Copa Saxo y en campeonatos regionales, cientos de pilotos dieron sus primeros pasos al volante de este pequeño francés. En ese sentido, su impacto va más allá del mercado: fue una auténtica escuela de conducción deportiva.
El último suspiro de la conducción pura
El Citroën Saxo VTS simboliza el cierre de una era en la que la conducción era una extensión natural del conductor. Su ligereza, su chasis comunicativo y su respuesta inmediata definieron una forma de entender el automóvil que, con el paso del tiempo, ha ido desapareciendo bajo el peso de la tecnología y las normativas.
No fue un coche diseñado para impresionar en las fichas técnicas, sino para emocionar en cada curva.
Su motor atmosférico, pequeño pero rabioso, su dirección sin artificios y su equilibrio dinámico lo convirtieron en un referente de lo que un deportivo de bolsillo debía ser: directo, sincero y exigente.
El Saxo VTS fue el último bastión del espíritu GTI francés, una época dorada que comenzó con los Peugeot 205 GTI y Renault 5 GT Turbo, y que encontró en este pequeño Citroën su despedida perfecta. Representó una transición entre dos mundos: el de la mecánica pura y el de la electrónica asistida.
Hoy, quienes tuvieron la oportunidad de conducirlo o competir con él lo recuerdan con una mezcla de respeto y nostalgia. No era perfecto —su interior era austero, su aislamiento mínimo y su confort limitado—, pero eso era precisamente lo que lo hacía auténtico. Era un coche que premiaba la habilidad sobre la potencia, la conexión sobre la comodidad.
El legado del Saxo VTS no se mide en cifras de ventas ni en récords, sino en emociones. Cada unidad que aún recorre las carreteras o los tramos de rally mantiene vivo un fragmento de la historia del automovilismo popular, una historia donde la pasión, la ligereza y la sencillez eran la clave del disfrute.
En un tiempo en el que los coches se han vuelto más complejos y distantes, el Citroën Saxo VTS sigue recordándonos que la verdadera deportividad no depende de la tecnología, sino de la honestidad mecánica y del placer de conducir sin filtros.